Quisiera basar la reflexión de hoy en el lema de la V
Conferencia del CELAM en Aparecida realizada recientemente:
“DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE JESUCRISTO PARA QUE
NUESTROS PUEBLOS EN ÉL TENGAN VIDA”
Dijo allí el Papa Benedicto XVI: “la palabra
discípulo recuerda la dimensión de la formación y el seguimiento; el término
misionero expresa el fruto del discipulado, es decir, el testimonio y la
comunicación de la experiencia vivida, de la verdad conocida y asimilada.
Renovar con alegría la voluntad de ser discípulos de Jesús es la condición
fundamental para ser misionero recomenzando desde Cristo”.
Todos sabemos que es
Jesucristo el que llama (Lc 6, 12-13) y que esa invitación
es personal cuando nos dice: Ven y Sígueme (Lc 18, 22). Cuando esto
sucede nos planteamos diferentes preguntas o seguimos como si nada ocurriera,
indiferentes.
¿Qué hacer ante esa llamada?¿ Cómo responder? ¿Cómo descubrirla? ¿Qué nos pide?
La llamada de Cristo pide oídos de discípulo (Is 50,4) es decir oídos atentos para
escuchar y prontos para obedecer. Pedirle de corazón al Señor como Samuel: “Habla
Señor que tu siervo escucha” (1Sm 3, 10)
A la llamada de Cristo el discípulo responde con toda
su vida. Es una respuesta de amor a una llamada de amor.
Esta respuesta lo vincula inmediatamente a una
comunidad de fieles en la que discierne luego cuál es su misión en la Iglesia y
en la sociedad.
El Cardenal Rodríguez Maradiaga, nos dice: El ser
misionero es algo sustancial en los discípulos. Los bautizados necesitamos un
espíritu misionero más vivo, más creativo, con nuevos bríos. Hay que renovar la
misión.
¿Y cuál es esa misión a la que hemos sido
enviados-urgidos-mandados?
La predicación viva de la salvación en Jesucristo.
Esta reflexión nos lleva a pensar en ese llamado que
Cristo nos hizo a cada uno de nosotros y a descubrirnos discípulos y misioneros
dentro de una comunidad de fieles llamada Puente y que como dice el Cardenal
Rodríguez Maradiaga: Necesitamos un espíritu misionero más vivo, más
creativo, con nuevos bríos. Hay que renovar la misión”.
Oportunidades no nos faltan, llamados tampoco,
necesidades menos. El Señor espera
nuestro discernimiento y nuestra respuesta para hacer un:
PUENTE GRANDE QUE UNA LAS DOS ORILLAS EN DONDE Y
CUÁNDO ÉL LO QUIERA.
Que el Señor nos ayude a descubrir nuestra misión, es
tarea de todos en comunidad y personalmente.
Reflexionemos:
¿Tengo claro cuál es mi misión? ¿La cumplo?
De la publicación: "Entre Sembradores" , de Mariel Burgo- Julio 2009
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