VIGOR
Queridos amigos,
vivimos un tiempo marcado eclesialmente por la renuncia de un Papa y el
advenimiento de uno nuevo. Nuestro querido Benedicto XVI nos dejó un nuevo
mensaje al final de su pontificado: cuando dio el motivo de su renuncia,
explicó que le faltaba el VIGOR necesario para llevar bien la función del
ministerio Petrino. Esto puso a los cardenales sobre una de las pistas para
elegir al sucesor, que necesariamente deberá tener ese VIGOR.
Ocurre que los
mares que hoy surca la barca de Pedro, nuestra Iglesia, son turbulentos y la cosa amenaza con
empeorar, el pronóstico anuncia tiempos difíciles y para tiempos así es claro
que se necesita VIGOR.
El VIGOR será
necesario no sólo para el nuevo Papa, sino también para cada católico, para
nosotros, pues el ambiente social y cultural de nuestra época ha pasado de la
indiferencia de muchos hacia la
Iglesia a conductas francamente hostiles y, en algunos casos,
a una verdadera persecución.
No son sólo algunos grupos minoritarios, que siempre hubo, sino cambios en las leyes, incluso de países con raigambre católica, que marcan un alejamiento de los principios de nuestra civilización, muchos de ellos inspirados en nuestra fe. Las consecuencias de esos cambios se están dejando sentir fuertemente en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana, ya que se imponen pautas en los medios de comunicación, en los planes educativos, en sentencias judiciales, etc. Así, se retiran símbolos religiosos de lugares públicos, se impide la manifestación pública de nuestras creencias sobre algunos temas, como el desorden de los actos homosexuales, o de dar categoría matrimonial a las uniones de personas del mismo sexo, por citar algunos ejemplos. Y lo más reciente, hablando siempre de países occidentales, es el caso de EEUU en donde la obligación legal está cayendo sobre instituciones católicas (colegios, universidades) para que aseguren a sus empleados cobertura en materia de anticoncepción y aborto, bajo pena de severas sanciones.
No son sólo algunos grupos minoritarios, que siempre hubo, sino cambios en las leyes, incluso de países con raigambre católica, que marcan un alejamiento de los principios de nuestra civilización, muchos de ellos inspirados en nuestra fe. Las consecuencias de esos cambios se están dejando sentir fuertemente en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana, ya que se imponen pautas en los medios de comunicación, en los planes educativos, en sentencias judiciales, etc. Así, se retiran símbolos religiosos de lugares públicos, se impide la manifestación pública de nuestras creencias sobre algunos temas, como el desorden de los actos homosexuales, o de dar categoría matrimonial a las uniones de personas del mismo sexo, por citar algunos ejemplos. Y lo más reciente, hablando siempre de países occidentales, es el caso de EEUU en donde la obligación legal está cayendo sobre instituciones católicas (colegios, universidades) para que aseguren a sus empleados cobertura en materia de anticoncepción y aborto, bajo pena de severas sanciones.
Uno de los últimos
reductos legales viene siendo el derecho a la objeción de conciencia, por
ejemplo en el caso de médicos que trabajan en hospitales públicos donde la
legislación autoriza el aborto legal, sin embargo también ese derecho está
siendo muy cuestionado.
Estos son sólo
algunos ejemplos de esa fuerte corriente, que viene en aumento, abiertamente
contraria a la Iglesia.
Así , de pronto los católicos, por el hecho de querer ser
coherentes con su fe, pueden ven peligrar sus fuentes laborales, cuando no su
libertad.
En otros países,
donde los católicos son minoría, asistimos a un preocupante aumento de
asesinatos de los mismos, incendio de Iglesias, etc. Un tiempo nuevo de
numerosos mártires.
Todo esto pone,
y pondrá cada vez más, a prueba la solidez de nuestra fe y por eso, seguramente
inspirado por Dios, el Papa Benedicto XVI convocó al año de la fe que estamos
transitando, oportunidad de revisar nuestra fe o nuestra falta de fe en muchos
casos, para tomar una actitud decidida frente a esto.
En los tiempos
que corren y en los que se avecinan, no
basta una fe tibia, sino que tendrá que ser VIGOROSA. No podemos ignorarlo.
¿QUÉ
VAMOS A HACER?
¿Acaso acobardarnos o desanimarnos? ¡De
ninguna manera! ¡Esta es nuestra hora en la historia! Ésta es la hora que pide
de nosotros asumir un protagonismo convencido y convincente. “No hemos recibido un espíritu de temor, sino
de HIJOS” (Rom 8,15).
Nos dice la Palabra de Dios: “…estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la
creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios” (Rom 8,18-19).
¿Qué hacer entonces? Pues acrecentar el vigor de nuestra fe y, para ello, me permito ofrecer algunas
pautas de conducta adecuadas a estos tiempos:
1. Primero CONFIAR
en el fundador y conductor de la
Iglesia , nuestro Señor Jesucristo, que nos prometió que las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mt 16,18). Las pruebas nunca
serán superiores a nuestras fuerzas (1 Cor 10,13). Se trata de inscribir en
nuestro corazón, como una bandera, esta frase: “Jesús, en vos confío”.
2. ORACIÓN: Una oración desde el corazón. Movida por el
amor y el deseo de la gloria
de Dios y la salvación de los hombres. ¿Hacia dónde se inclina nuestro corazón?
Las
promesas de Jesús a la oración son sobreabundantes: “Pidan y se les dará” (Mt 7,7-8); “Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré” (Jn 14,14); “Les aseguro también que si dos de ustedes se
ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán
de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,19).
3. Acudir con
frecuencia a la PALABRA DE
DIOS, y profundizarla, especialmente los Evangelios: conviene hacer un plan de
lectura que habrá que respetar. Necesitamos que esa Palabra se haga vida en nuestra
vida cotidiana.
4. Avivar la
vivencia de los SACRAMENTOS, especialmente la Reconciliación y
EUCARISTÍA, por lo menos dominical.
5. Vivir la
COMUNIÓN : El gran enemigo es la división dentro de la Iglesia y la
responsabilidad es nuestra, de quienes somos sus miembros: todos alrededor del
nuevo Papa y de cada obispo en las Iglesias particulares.
No
quedarse aislados, integrarse: puede ser en algún Movimiento eclesial, en la
parroquia, en grupos de oración o
reflexión de la Palabra ,
etc.
6. Necesitamos
buena FORMACIÓN en la fe y en el conocimiento del mundo actual y su evolución.
La formación en la fe es especialmente necesaria porque no se trata de creer lo
que a cada uno le parece, sino en las verdades íntegras de nuestra fe,
condensadas en el credo. La
Iglesia provee mucho material para ayudarnos en esto:
catequesis papales, documentos, etc. Por otro lado cabe que estemos bien
informados, ya que abunda la información tendenciosa y sesgada, cuando no
directamente falsa. Por eso es recomendable tener acceso a material de agencias informativas confiables,
como puede ser Aciprensa, Aica, etc.
7. Asumir un MAYOR
COMPROMISO de servir en algún lugar de la Iglesia : no basta lo hecho hasta ahora. Se
requiere generosidad para dar nuestro tiempo y esfuerzo. Es necesario SALIR, NO
QUEDARSE ESPERANDO. Salir a buscar a los alejados, pues ellos tienen
insatisfecha la necesidad más grande que existe: la necesidad de Dios.
Termino con la Palabra de Dios que nos anima: “el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro,
todo es de ustedes; y ustedes de Cristo y Cristo de Dios” (1 Cor 4,22b-23).
Queridos hermanos, el
triunfo de la Iglesia
está garantizado por la
Resurrección de Jesucristo.
¡Feliz Pascua de
Resurrección y venturoso 2013 librando el Buen Combate de la fe!
Rogelio G. Núñez
Movimiento Puente
Presidente
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